La
sal, ¿pierde su sabor?
Jesús
dice que la sal puede perder su sabor. Sin embargo, de acuerdo a la química,
es bien conocido que la sal es cloruro de sodio, el cual es siempre estable
químicamente. Entonces, ¿la afirmación de Jesús
está equivocada?
Cuando
Jesús estuvo en la tierra los judíos eran dominados por
los romanos. En aquella época la sal era recogida como impuesto
por los romanos. La sal de Palestina viene del Mar Muerto o Mar Salado.
Por causa de la persecución de los romanos, los judíos siempre
colocaban una cierta cantidad de arena en la sal y otras cosas, así
que el gobierno romano tenía que purificarla. Colocaban la sal
en una tina grande, ponían agua y recogían la solución
de sal. Las sustancias sedimentadas (tierra y arena) eran indisolubles.
Ciertamente
ese tipo de sal, con gran cantidad de impurezas, pierde el sabor.
Pero
esta no es la única razón por la cual la sal perdía
su sabor. Se ha comprobado que en la superficie del Mar Muerto, durante
la evaporación, la sal química contiene 31% de cloruro de
sodio, 13% de cloruro de calcio y 48% de cloruro de magnesio, y otras
impurezas. El cloruro de calcio y el cloruro de magnesio son llamados,
en química, sustancias higroscópicas (que absorben agua
del aire). Así, la sal se disuelve. Esto le da un sabor amargo.
En
aquella época, los judíos tenían la costumbre de
colocar una gran cantidad de sal en un cuarto, cuyo piso era de tierra.
Después de cierto tiempo, la sal que estaba más en contacto
con la tierra se deterioraba y se tornaba húmeda, amarga y corrompida.
Esta sal que se volvía amarga y perdía el sabor era nociva
para el campo. Nadie la usaba allí. Por eso el único lugar
donde podían tirarla era en el camino, donde las personas la pisaban.
Conociendo
el escenario de aquella época, podemos aprender una lección
espiritual muy importante. La sal perdía su sabor porque estaba
mezclada con impurezas. En este mundo nosotros somos la sal, pero si permitimos
en nosotros mezcla con las impurezas como el mundo, la carne y los pecados,
entonces perderemos nuestro sabor y nuestra función como testimonios
en el mundo.
FUENTE: revista aguas vivas
DIOS NOS BENDIGA A TODOS.
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