En Julio 1741, Jonathan Edwards aceptó la invitación de predicar en pueblo vecino de Enfield, Connecticut.
Era la cúspide del Gran Avivamiento (1740-42), uno de los más intensos derramamientos del Espíritu de
Dios en la historia Americana. El fuego de Dios estaba cayendo por todos lados. A pesar del hecho que él
había predicado "Pecadores en manos de un Dios airado" a su propia congregación y había tenido poco
efecto, se sentía guiado a usarlo otra vez en Enfield.
Sus técnicas no eran impresionantes, siempre leía sus sermones en una voz calmada, pero con gran
convicción. Él rechaza gritar y usar teatralidades. Impresionar a los oyentes con el poder de la verdad y con
su desesperada necesidad de Dios era la meta de Edwards.
Ni su estilo o la manera en que predicaba podían ser la causa de lo que paso ese día en Enfield. Un testigo,
Stephen Williams, escribió en su diario “Fuimos a Enfield a donde conocimos al querido Señor Edwards de
Northampton quien predicó un sermón muy estremecedor de los textos, Deuteronomio 32:35, y antes de que
el sermón terminara había grandes gemidos y gritos llenaban toda la casa… ` ¿Qué haré para ser salvo? ` `O,
me estoy yendo al infierno` ` ¿Qué puedo hacer por Cristo?, ` y así sucesivamente. Así que el ministro se vio
obligado a parar… ¡si los gritos y los alaridos eran asombrosos!
Williams continúa, “Después de esperar algún tiempo hasta que la congregación estuviese quieta, y así
finalmente la oración fue hecha por el Señor W. y después descendimos del púlpito y conversamos con las
personas, en varios lugares, el poder asombroso de Dios fue visto, varias almas fueron convertidas esa noche,
y ¡O cuán alegres y agradables se veían sus rostros.”
Lea el articulo completo en : Jonathan Edwards y el gran avivamiento.
Tambien lea las obras de Jonathan Edwards en este enlace: Las_Obras_de_Jonathan_Edwards
DIOS NOS BENDIGA A TODOS.
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