¿Cuáles son los pasos imprescindibles que el pastor o líder debe implementar en su tarea de preparación de sermones?

Respuestas de diversos pastores y líderes:


Jim Adams


1. El primero es la meditación extendida en el pasaje por el pastor con el fin de aplicarlo a su propia vida (hábitos, actitudes, prioridades, familia, vida espiritual).  Incluye el consultar comentarios y otras fuentes bíblicas, pero fundamentalmente es una disciplina de corazón y mente en que el pastor busca llenar todo su ser del mensaje del texto.


2. El segundo es la oración.  La oración debe incluir:


La oración por la iluminación en  el estudio del  texto bíblico (Ef. 1:17).
La oración por el auto examen y la sumisión al texto bíblico (Salmo 19:7-14).
La oración por la convicción y el valor para predicar el texto bíblico con fidelidad (1 Ti. 4:1-5; 2 Co. 4:2; Hch. 4:8-13).
La oración por amor pastoral hacia la iglesia motivado por amor personal a Cristo (Juan 21:15-19).
La oración por aplicaciones específicas para las luchas de los miembros de la congregación
La oración por la unción y el poder del Espíritu Santo
3. El tercero es el haber apartado tiempo suficiente para preparar el mensaje “a fuego lento”.


Unas semanas antes de predicar el mensaje, me preparo  orando, meditando y buscando material de apoyo.  Eso significa que estoy trabajando el mensaje para el domingo de manera directa y otros mensajes  para los siguientes domingos “a fuego lento”.   Somos capaces de trabajar varios mensajes al mismo tiempo a diferentes niveles de preparación.  Así  se evita el “arranque frío” cada semana que deja al predicador preocupado y sin tiempo suficiente para digerir el pasaje.


El día sábado, antes de predicar, me gusta escuchar una buena prédica por otro siervo de Dios o leer algo escrito sobre la predicación.  Si el predicador es casado, su esposa puede ser una gran ayuda, pues si ella no entiende el bosquejo o la idea central, ¡es poco probable que la iglesia la entienda!


Pastor Edwin  Gonzales


1. La Biblia no dice “nada” acerca de la “preparación de sermones”


a)    Los profetas hablaban inspirados por Dios
b)    El Señor Jesucristo – el verbo de Dios – habló la Palabra de Dios inspirado y sin necesidad de preparación
c)    No tenemos evidencia sobre como los apóstoles y predicadores del NT “prepararon sus sermones”
d)    Aunque éstos vivieron bajo la sombra apostólica y en tiempos de dones extraordinarios, por lo tanto: “qué debe guiar la preparación de sermones de hombres ordinarios, en tiempos ordinarios como es nuestro caso?”


I Tim 4:13-16, 2 Tim 4:1-2, Tito 2 y 3 nos recuerdan la solemnidad de “predicar la palabra” con instrucción, exhortación, reprensión, paciencia, doctrina y aptitud.  De la predicación depende la salvación de nuestros oyentes y la nuestra, por esto sugerimos tomar en cuenta los siguientes principios en la preparación:


a)    El contenido debe ser un verso, texto o pasaje de “la palabra”
b)   Debemos exponer lo que los oyentes originales entendieron
c)    No debemos añadir ni disminuir del mensaje de Dios Deut 4:2
d)   El mensaje debe tener un contenido único, progresión, movimiento y unidad
e)    El mensaje no debe contradecir ningún pasaje, doctrina o principio Bíblico
f)     El mensaje debe ser Cristo-céntrico I Co 2:1-2
g)    Los imperativos deben partir de indicativos de Gracia Rom 12:1-2


Pasos imprescindibles a la luz de los principios:


a)    Orar y pedir a la iglesia oración Ef 6:19-20, 2 Ts 3:1
b)    Seleccionar el “texto”
c)    Estudiar el “texto”
d)    Diagramar el “texto”
e)    Interpretar el “texto”
f)      Organizar el sermón: Título, proposición, bosquejo
g)    Aplicar el sermón: conclusión, implicaciones o aplicaciones
h)     Vivir el sermón: jamás predicar como los fariseos “ellos dicen, pero no hacen”


Recomendación: R.L. Dabney – Evangelical Eloquence.  M Lloyd Jones: Preaching & Preachers


David Ford


Los pasos básicos y esenciales para cualquier sermón son los siguientes:


1.  Oración. Lo notable del ministerio del Hijo de Dios fue su tiempo en oración.   Típicamente leemos: “Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Mar. 1:35 cp   Luc. 5:16; 6:12; 9:28; 18:1; 22:44).  El predicador debe orar por luz sobre el texto, por que el Espíritu esté acompañando el mensaje y por su propia humildad.


2. Pensar en la congregación. El sermón debe conectarse con la realidad de los oidores.  ¿Cuáles son sus necesidades, sus problemas y sus preocupaciones?  Los sermones de Pablo fueron diferentes cuando predicó a los judíos, a los gentiles o al Rey Agripa (Hech 13:13-41; 17:2-31; 26:2-29).   Cristo entendía las necesidades de sus oyentes cuando les instruía en el Sermón del Monte (Mat.  5-7).


3. Estudiar el texto sin uso de comentarios. Aunque los comentarios bíblicos son muy útiles, se usan para el final de la preparación.   Inicialmente el texto mismo debe ministrar al predicador.   Pedro predicó sin preparación en el día de Pentecostés porque desde antes el mensaje de Jesús y los profetas habían tomado posesión de su mente (Hech.  2:14-36). Las canciones de María (Luc.  1:46-55) y de Zacarías (Luc 1:67-79) indicaron que son personas que meditaron sobre el texto bíblico.


4. Hacer preguntas al texto. Cuando hay una interacción entre el texto y el predicador, él está más animado en la predicación.  Por ejemplo, al preparar un sermón sobre los evangelios hay que inquirir: ¿Por qué Mateo escogió este evento para incluirlo?  ¿Cómo nos persuade Juan para creer en Cristo?  ¿Cuál es el punto principal de la parábola?   En las cartas de Pablo hay que reflexionar: ¿Cómo es el argumento? ¿Qué es importante para el apóstol?




Robert Haskell


Primer paso para preparar un sermón es leer. Si el pasaje se encuentra en un libro bíblico más corto, se puede leer el libro entero. Pero si el libro es más largo, entonces una sección del libro basta. Esto nos orienta a los temas de la sección y nos ayuda a quedar centrados en la agenda bíblica.


Segundo, hay diferentes maneras de analizar un pasaje y cada cual tiene sus ventajas. Lo importante es que se haga el análisis, prestando atención a todas las características del texto, inclusive las que señalan los límites del pasaje. Puede ser que a lo largo de nuestro estudio decidamos ajustar esto. El análisis incluye cuestiones de los idiomas originales, relaciones entre palabras, frases e ideas. Recordar que a menudo el punto del autor bíblico es un poco diferente al que nosotros estamos buscando o pensamos que vamos a encontrar. Atención minuciosa a los detalles nos ayuda a discernir esto.


Tercero, masticar. Es decir, meditar en el pasaje. Esto se puede hacer en cualquier lugar, no solo en el escritorio. Yo encuentro que muchas buenas ideas se me ocurren casi al azar si estoy pensando en el pasaje a través de la semana (¡esto implicaría no estudiar el sábado a la noche para el sermón de domingo!). La otra ventaja de estar pensando acerca del pasaje a través de la semana es que se nos pueden ocurrir  aplicaciones e ilustraciones. Una vez yo estaba preparándome para predicar acerca del prohibición contra robar en los diez mandamientos. En un restaurante de repente me puse a charlar con unas muchachas, que no eran cristianas, y les pregunté qué pensaba ellas acerca del tema. Sus repuestas me dieron excelente material para discutir y usar en aplicaciones.


Cuarto, una vez que estamos listos (aún sea el domingo a la mañana), oremos y basta de preocuparnos. Un lema muy sabio para el predicador es: prepárate bien, exprésate auténticamente, y muéstrale a tu iglesia que la quieres.


Salvador Gomez


Los siguientes puntos los considero elementos imprescindibles para la preparación de sermones. No son necesariamente pasos. Me explico. Evidentemente la oración debe ser uno de estos elementos, pues confiamos en la obra iluminadora del Espíritu Santo mientras nos preparamos. Sin embargo, no podemos ubicar la oración como un paso, sino como un elemento que formará parte de todas las etapas de la elaboración de sermones. Habiendo hecho esta aclaración, puedo enumerar los siguientes elementos.


1. Oración. Debemos estar conscientes de nuestra dependencia de Dios en cada etapa. El Espíritu Santo nos ayudará a entender el texto bíblico y a hacer la conexión entre el pasaje y nuestros oyentes. Pidamos luz y discernimiento, para ser guías fieles para el pueblo de Dios.


2. Lectura bíblica. Empaparnos del texto bíblico a estudiar es de vital importancia. Podemos sentir que ya estamos familiarizados con el pasaje, lo cual puede matar nuestro espíritu investigativo. Leer con ojo observador puede mostrarnos dimensiones del texto antes desconocidas.


3. Exégesis. Es la etapa en la que nos dedicamos a entender el texto. No podemos enseñar lo que no comprendemos. Mientras más oscuro el entendimiento, más difícil será para nuestros oyentes entendernos. Dependiendo de la naturaleza del pasaje, tendremos que realizar estudios verbales, investigaciones geográficas e históricas, profundizaciones teológicas y análisis gramaticales, todo con la finalidad de comprender lo que Dios dice en su Palabra. Recordemos que nuestros oyentes serán alimentados con la Palabra de Dios, no con nuestras opiniones personales. Por tanto, debemos procurar con diligencia trazar bien la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15).


4. Meditación. Este es un punto que comúnmente no aparece en los libros de textos pastorales. La reflexión es útil para nuestra propia vida devocional, pero es igualmente beneficiosa cuando de la predicación se trata. Hacemos preguntas al texto; indagamos las diferentes formas en que nos habla a nuestra propia situación particular; aprendemos nuevos conceptos acerca de Dios, Cristo, el pecado, el evangelio, etc.


5. Estrategia de enseñanza. En ocasiones, el pasaje mismo nos brindará las pautas para un buen bosquejo homilético. Pero a veces se necesitará de ingenio piadoso para escoger la manera de abordar determinada doctrina o tema. Mi profesor de homilética solía compartirnos que siempre tenía consigo tres hojas de papel diferentes, y una de ellas servía para anotar todas las ideas estructurales y de bosquejo que venían a su mente. Un buen bosquejo puede hacer toda la diferencia a la hora de entregar un sermón. Otro aspecto importante en la estrategia de la predicación es el uso de ilustraciones. Queremos ser capaces de pintar la verdad en la mente de nuestros oyentes, para que los conceptos sean comprendidos, aceptados y asimilados debidamente. Nuestros hermanos no podrán aplicar lo que no entienden. Y esto nos lleva a nuestro siguiente elemento.


6. Aplicación. Si olvidamos que la finalidad de la predicación es guiar al pueblo de Dios a poner por obra la Palabra, hemos fracasado en nuestra misión. Podemos decidir dejar las aplicaciones para el final de nuestro mensaje o esparcir las mismas a lo largo del discurso. Lo que no podemos hacer es eximirnos de ellas. Nuestro objetivo debe ser llevar cautivo todo corazón a la obediencia a Cristo. Eso demandará que recordemos a los diferentes grupos de personas presentes en la iglesia. J. C. Ryle siempre será un ejemplo en esto. Con regularidad terminaba sus sermones dirigiéndose a creyentes e incrédulos, a niños, jóvenes y adultos. Para ser eficaces con las aplicaciones, tenemos que incluir este elemento durante el proceso de preparación del sermón.


La vida general del ministro será un fundamento sólido a la hora de la preparación. El pastor que nutre su mente debidamente cuando no está preparando sermones, tendrá un almacén de información que el Espíritu utilizará cuando lo haga. El hombre de Dios que mantenga una relación saludable con la congregación, será relevante en sus aplicaciones. Los sermones van más allá de lo que hacemos o dejamos de hacer en el estudio.


Concluyo con una cita de Charles Bridges en su libro THE CHRISTIAN MINISTRY: “Trabaja en la preparación para el púlpito, como si todo nuestro éxito dependiera de ello. Ora y depende completamente de Cristo, sintiendo que separados de Él no podremos hacer nada. Si descuidamos la preparación, tentamos a Dios a que se aparte de su curso ordinario; si confiamos en nuestra preparación, hacemos un dios de nuestros dones” (p. 221; Banner of Truth edition).

DIOS NOS BENDIGA A TODOS.

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